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30 de marzo de 2020 - Valores 5ºA

  • El blog de Teresa
  • 30 mar 2020
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 30 mar 2020

Muy buenos días a todos y a todas. Pasado el fin de semana vamos a trabajar un poquito.

Hoy para esta última actividad sobre la unidad de la mujer tenemos un cuento.

A lo largo de la historia las mujeres y los varones, por el mero hecho de serlo, han tenido diferentes derechos y obligaciones impuestas por la construcción social de sus roles. Y muchos cuentos de los que conocemos siguen este mismo patrón. A continuación, te invito a que los cuentes con otra historia, más justa e igualitaria donde cada persona construya su realidad como desee. 1. Lee el siguiente cuento de la escritora canadiense Margaret Atwood.

ÉRASE UNA VEZ... — Érase una vez una muchacha pobre, tan bella como buena, que vivía con su malvada madrastra en una casa en el bosque. — ¿Bosque? El bosque ya está pasado de moda. Ya he tenido bastante con todo este rollo de la jungla. No es la imagen adecuada para nuestra sociedad hoy en día. Pongamos algo urbano para variar. — Érase una vez una muchacha pobre, tan bella como buena, que vivía con su malvada madrastra en una casa en un barrio residencial de las afueras. — Eso está mejor, pero tengo una duda sobre la palabra “pobre”. — ¡Pero era pobre! — Pobre es algo relativo. Vivía en una casa ¿verdad? – Sí. — Entonces, socioeconómicamente hablando, no era pobre. — ¡Pero nada del dinero era de ella! El punto principal de la historia es que la madrastra la obliga a llevar ropas viejas y a dormir junto a la chimenea. — ¡Ah! ¡Tenían chimenea! Perdona que te diga, pero una persona pobre no tiene chimenea. Vete al parque, vete a la estación de metro por la noche, vete donde duermen en cajas de cartón y ¡yo te enseñaré lo que es ser pobre! — Érase una vez una muchacha de clase media, tan bella como buena... — Párate ahí. Creo que podemos quitar lo de “bella” ¿no? Las mujeres hoy en día tienen que enfrentarse a demasiados modelos físicos, como estas jóvenes bonitas y tontas de los anuncios. ¿No puedes hacerla, bueno, más normal? — Érase una vez una muchacha con exceso de peso y con los dientes sacados para afuera que... — No me parece que esté bien reírse del físico de la gente. Además, estás fomentando la anorexia. — ¡No me estaba riendo! Tan sólo estaba describiendo... — Sáltate lo de la descripción. La descripción ejerce opresión. Pero puedes decir de qué color era. — ¿De qué color? — Ya sabes... Negra, blanca, roja, marrón, amarilla. Ésas son las opciones. Y ya te lo digo ahora, estoy harta del blanco. Que si la cultura dominante esto, que si la cultura dominante lo otro... — No sé de qué color. — Bueno, probablemente sería de tu color ¿verdad? — ¡Pero esto no trata sobre mí! Trata sobre una chica... — Todo trata sobre ti. — Me parece que no quieres oír la historia en absoluto. — ¡Ah! Vale, sigue. Puedes hacer que la chica sea de una minoría étnica. Eso valdría. — Érase una vez una muchacha de ascendencia indeterminada que vivía con su malvada madrastra...


2. Responde a las siguientes preguntas:

a) ¿De qué trata el cuento? Resúmelo en cuatro o cinco líneas.

b) ¿Qué problemas sociales, económicos, culturales, etc. plantea el texto? c) ¿Crees que la actitud de la persona que escucha el cuento es exagerada?

d) ¿Estás de acuerdo con lo que dice?

e) ¿Cómo acabarías el cuento? Intenta ponerle un final.


NOTA: esta actividad es para las dos sesiones de la semana.

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